martes, 8 de septiembre de 2009

Courmayeur-Champex-Chamonix (CCC), 98 km

Me desperté a mitad de noche, con las imágenes en la mente de ambos atravesando la ruta de la carrera, sintiéndonos fuertes durante el recorrido y culminando finalmente la carrera. Sentí alivio de haber ya salido de eso. No ha sido fácil para nosotros. Las lesiones nos habían prevenido entrenar bien. De hecho, Mayde seguía lesionada para la fecha. Pero habíamos culminado. Perdido entre tantas ideas, borrosamente me voy dando cuenta de que había estado soñando. Al lado del despertador, que marcaba como las 4am, estaban el morral y demás implementos que usaríamos en un par de días en la carrera real y no en la de mis sueños. Como dicen por ahí, la alegría del pobre dura poco y, en este caso, me tocó intentar seguir durmiendo y dejar que se esfumara aquel infundado sentimiento de alivio.
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Llega el día de la prueba y tempranito cruzamos en autobús desde Chamonix, Francia a Courmayeur, Italia. Caminamos por el pintoresco pueblo. Abundan las emociones mientras caminamos al sitio de salida; al fondo suena Vangelis a todo dar. El reto era salir de Italia, pasar por Suiza y llegar a Francia, a lo largo de 98 kilómetros con un desnivel positivo de 5.600 metros y un tiempo límite de 26 horas.
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Ya en la línea de partida, nos ubicamos más o menos a mitad del pelotón. Habíamos hecho algunos cambios debido a las trilladamente citadas circunstancias. Mayde llevaría estrictamente el material obligatorio más alguito de comida y yo llevaría el resto de los implementos, además de mi propio material, todo en un morral comprado tres días antes de la carrera. Sabía bien que esos cambios de última hora pudieran resultar negativos, pero pensaba que no teníamos otra opción.
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Suena el himno de Italia, aunque predomina el idioma francés entre los participantes y los lugareños, y se da la partida. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Parece ayer cuando arranqué con el blog. Hace nada estábamos en las Islas Canarias en nuestro primer ultra y ahora ya nos enfrentábamos a 98 km en el Mont Blanc. Si terminábamos ésta, clasificábamos para la UTMB de 166km en 2010.
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La estrategia era ir cómodos hasta Champex, kilómetro 55, y de ahí tratar de dejar el resto, aunque la reacción del tobillo sentido de Mayde pudiera hacer que todo cambiara. Arrancamos e inmediatamente siento la diferencia en el peso del morral. Aunque dudo que pesara más de 5 ó 6 kilos, era un peso totalmente distinto al que había llevado en los entrenamientos. Se me hacía difícil correr a buen paso. Las pulsaciones se me pusieron en 180 latidos por minuto, un registro que sólo aguanto por unos 5 ó 10 kilómetros. Llegué a pensar que era el pulsómetro que no estaba registrando bien. Decidí mantener ese esfuerzo, sobre todo por el hecho de que no íbamos rápido y quería aprovechar todos los planos porque no sabía cómo Mayde iba a poder bajar. La bajada era donde más le fastidiaba su lesión.
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Nunca nos separamos del grupo. Incluso, hubo momentos en que nos deteníamos del todo debido al gran número de participantes en los a veces estrechos senderos. Las pulsaciones no bajaban y empezaba a sentirme cansado. Mayde iba a buen paso y yo sólo pensaba que tendría que aguantar el ritmo hasta alguna bajada y de ahí sabríamos a qué atenernos.





Pasamos el Refugio Bertone y optamos por seguir de largo. Mantenemos un ritmo constante, pero lento, en la subida y nos pasan varios corredores. Llegamos al Refugio Bonatti pasadas las 4 horas. No me sentía bien. De hecho, iba forzado y lento. En este punto, nos demoramos muchísimo, en parte por el gentío que había y por la falta de organización entre nosotros mismos.



En la bajada hacia Arnuva era difícil pasar, así que no avanzamos mucho ni pudimos probar bien la reacción de la lesión de Mayde. Sin embargo, bajé sintiéndome un poco desorientado. Salimos de Arnuva hacia el Grand Col Ferret, a 2.537 m.s.n.m. era el punto más alto de la carrera. El calor estaba fortísimo. Nunca pensé que eso, a un caribeño en Los Alpes, me molestara también. En la subida, francamente me descompensé. Comencé a bajar el paso aún más. Sentía como indigestión y mareos. Estaba extrañado porque en los entrenamientos nunca llegué a sentirme mal y hoy padecía de todo. Me paré en esta subida unas 5 veces, en algunas oportunidades para intentar vomitar y en otras porque simplemente no daba más. Mayde se ubicó detrás de mí y me cuenta después que yo iba tambaleando de un lado a otro. Yo sólo pensaba en todo cliché o mantra que pudiera ayudarme: "Un pié trás el otro", "Paso a paso", "El dolor es temporal..." y otras pendejadas; veía el paisaje para tratar de distraerme. Cualquier cosa. En fin, apretaba los dientes y seguía avanzando como podía.
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Finalmente, llegamos a la cima y me senté. Arribamos casi hora y media después del tiempo parcial que tenía previsto y no teníamos ya mucho margen. Los tiempos de corte se nos venían encima. Por suerte, este lado de la montaña no estaba tan expuesto al sol. Comenzamos a bajar y empecé a sentirme mejor. Veía que Mayde descendía con bastante soltura y me entusiasmé. Recuperamos bastante tiempo en este tramo.
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Llegamos a la Fouly como a las 9 horas de carrera. Lamentablemente, aquí cambiaron un poco los papeles. Mayde se comenzó a sentir un poco mal. Nos tomamos un tiempo para recuperarnos y comer bien antes de salir. Yo no podía creer que estuviera tan repuesto después de haber tocado fondo. Al salir de este control, me topé con un argentino bastante simpático que me pasó en aquella subida donde venía mal (G.C. Ferret) y me dijo, entre risas, que me daba por muerto. ¡Pues había resuscitado!


(Entre gnomos y enanos. Las risas se acabaron cuando nos tocó levantarnos luego de posar.)
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Montamos buen paso hacia Champex, ya en Suiza, comimos la famosa pasta, recargamos baterías y nos pusimos rompevientos y guantes. El frío comenzaba a hacer de las suyas. Es posible que la subida hacia Bovine haya sido nuestro mejor momento en carrera. Recuperamos casi 200 puestos en poco más de 2 horas y media.
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El resto de la carrera fue en piloto automático. Hacíamos lo que habíamos entrenado: seguir avanzando a paso constante con las piernas cansadas. Mayde sufría un poco con el estómago, pero no bajaba el paso. Había dejado de comer porque ya no pasaba nada, pero se mantenía con las sopas y bebidas isotónicas que daban en los puntos de control.
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En el control de Trient, kilómetro 70, Mayde pudo divisar que algunos voluntarios estaban bebiendo cerveza. Hastiada de los powergels y las bebidas hidratantes, apuntó hacia la caleta personal que tenía ese grupo de "bénévoles" y, muertos de la risa, le dieron una. Ante la mirada de asombro de un par de competidores y la celebración de los voluntarios, se la bajó en un par de sorbos. ¡Esa es mi chica!
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Salimos de Vallorcine, Francia, un poco antes de las 6 a.m. Nos enfrentaríamos a la última subida, la muy acertadamente denominada Tête aux Vents. Comenzamos y, como había pasado en todas las subidas, se pega un grupo grande atrás. Les ofrezco paso, pero ni me responden. Esa costumbre me tenía ya harto a estas alturas de carrera. A mi parecer, el ambiente entre los corredores es muy distinto en Francia, comparado con lo que vivimos en España y en las carreras locales. En Canarias, en la mayoría de los casos, si pasabas a alguien a buen paso ya avanzada la carrera, te daban ánimo o por lo menos te cedían el paso al oirte cerca. Acá, en la mayoría de los casos, la gente ni te dejaba pasar ni mucho menos te alentaba. Es más, en un sector relativamente plano, bien avanzada la carrera, Mayde y yo optamos por correr. A un competidor francés como que no le gustó mucho que nos sintiéramos bien a esas alturas y me lanzó, sin que quede dudas de la intencionalidad, un codazo. Mayor fue mi sorpresa que la arrechera que agarré. Hubo varias cosas del ambiente entre los mismos corredores que no me agradaron mucho. Si bien no estábamos de turismo, un poco de compañerismo siempre ayuda, sobre todo para los que estamos bien lejos de la punta de la carrera y sólo buscamos terminar dentro del tiempo límite. Los espectadores, por otra parte, fueron increíbles. Todas las comunidades por donde pasa la carrera estaban pendientes del desarrollo de la misma. Familias enteras te ofrecían agua y ánimo a toda hora y en todo lugar poblado de la ruta. Todavía tengo el sonido de las campanas grabado en la mente.


Seguimos ascendiendo y pareciera que andaba con el termostato dañado. Íbamos por una de las partes más frías y yo me quitaba la chaqueta, los guantes, el buff, etc., mientras la mayoría buscaba abrigarse más. Al rato, ya me estaba congelando otra vez. Amaneció y llegamos al final de la última subida, para sólo darnos cuenta de que era una falsa cumbre y que todavía faltaba mucho que subir, como indicaba la fila de corredores que veíamos a lo alto.
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Comenzamos una bajada relativamente técnica que manejamos relativamente bien. Pues, ya a estas alturas, con unas veintitantas horas de carrera encima, todo es relativo. Pasamos de largo el puesto de control de La Flégére, que sería el último, y nos enrumbamos hacia Chamonix. Intento hablar francés con unos españoles que, por su parte, me responden en inglés. Sólo quedaban unos largos 7 km finales hacia la meta, pero se hicieron larguísimos. Bajamos cómodos y sin presionarnos mucho. Estábamos ya bien por encima de los cortes de tiempo; no había nada que ganar y mucho que perder si arriesgábamos. El tobillo de Mayde no molestó durante la carrera y yo estaba sorprendido de que me hubiera podido recuperar tan bien de tan terrible bajón durante el primer tercio de carrera. Pensé, en ese momento, en lo duro que iba a ser culminar la larga (166km) el año que viene y que tendríamos que ejecutar esa carrera sin mucho error, ni en los entrenamientos ni mucho menos el día de la prueba. Pensé en mi amigo Jesús Hulett, quien hacía la ruta completa, e internamente le mandaba los mejores ánimos y la mayor energía (suena cómico que alguien tan incrédulo o escéptico como yo se torne hasta un poco espiritual en momentos así).
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Zigzagueábamos por pinos, raíces y rocas y veíamos el valle de Chamonix cada vez más cerca. Finalmente, tocamos asfalto. Nunca pensé que estuviera entusiasmado por correr en asfalto más que por tierra, pero en este caso, el asfalto connotaba triunfo y culminación. Habíamos domado, por cursi que suene, al dragón de cinco cabezas (Tête de la Tronche, Grand Col Ferret, Bovine, Catogne y Tête aux Vents). Entramos a Chamonix a una hora perfecta, pasadas ya las 10 a.m. Todo el pueblo totalmente volcado a la carrera. Mayde saca la bandera de Venezuela y corremos como unos locos. ¿De dónde nos salieron piernas para correr así? Se oyen las campanadas, los gritos de "¡Allez, allez!"; algún "¡Vamos!" y hasta "¡Viva Venezuela!". Parece una etapa del Tour de France. Un momento inolvidable, lleno de sentimientos indescriptibles.


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Lo logramos. Somos finishers de la CCC. Fueron 24 largas horas. Estamos, en vista de las circunstancias, intactos. Nos reciben nuestros excelentes compañeros de viaje, Francis y Verónica Nanco.

(Mayde con el chaleco de "Finisher")

Optamos por ir al hotel a bañarnos y dormir unas horas para luego volver al área de llegada y ver a Kilian Jornet ganar por segunda vez la UTMB. Todo un caballero, al llegar a la meta se devuelve y da gracias al público y a los voluntarios, antes de pasar nuevamente por ella.

Cae la noche otra vez y nos quedamos para recibir a nuestro compatriota Jesús Zerpa. ¡Llega en el puesto 46 de la UTMB! Todo un fenómeno. Ojalá recibiera más apoyo.

(Jesús Zerpa de Venezuela llega a la meta entre los primeros 50 de la UTMB)
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Seguimos el progreso del pana Jesús Hulett. Ya viene en camino. Nos juntamos con su familia en la llegada y hasta me tomo un buche de Cacique con ellos. Fue una bella imagen verlo cruzar la meta con su esposa, dos hijos y primos a su costado. No coloco fotos ni videos, ya que se los haré llegar por si los quiere usar en su propio blog.

¡Los cuatro venezolanos que salimos a darnos tablas en el Mont Blanc lo logramos!

(De izquierda a derecha: Jesús Zerpa, Jesús Hulett, yo y Maydelene Ceballos)

Para Mayde y para mí, nos queda un interesante año por delante, tanto en lo personal (nuevos proyectos) como en lo deportivo. En cierta forma, pienso que fue positivo que pasáramos tanta roncha en esta prueba. Nos deja un gran respeto y hasta cierto miedo, dos sentimientos que generan alta motivación, por el reto que tenemos previsto para agosto de 2010: culminar los 166 kilómetros del Ultra Trail du Mont Blanc.
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Félix

6 comentarios:

Jesus Hulett dijo...

no he leido tu relato porque voy saliendo, en un rato lo leo, pero quiero expresarles mis mas sinceras felicitaciones por haber culminado la CCC con todo y los problemas que tuvieron antes y seguro durante. Nunca tuve dudas de que culminarian con exito esta carrera. saludos

Gunther Stuart dijo...

Mis más sinceras felicitaciones, mis respetos a los cuatro "finishers" venezolanos, se la comieron, todo lo que les sucedio no es más sino la acumulación de experiencia para las competencias venideras,con respecto al codazo, no fué una agresión, te demostró la envidia que te tenía por estar haciendo mejor papel que el y en su patio, ¡¡¡FELICIDADES!!! a seguir entrenando, nos vemos en las rutas

Armando dijo...

Epa muchachones!!! Felicitaciones a los dos. Gran Carrera. Si tienen un momento pueden ver en la página de The North Face Venezuela que los estuve siguiendo en cada etapa. Cuando puedan pasen por la tienda pa' que echen los cuentos.

Saludos

Luis Recuenco dijo...

Enhorabuena a ambos. Me encanto conoceros personalmente.

Tuve parecidas sensaciones a ti subiendo el Coll de Ferret.
Y lo de Mayde es para sacarse el sombrero.

Estuve hablando mucho rato con Jesus Zerpa una apersona encantadora. Si hablas con el dale muchos recuerdos.

Creo que la de 166 hay que prepararla muy bien y sobre todo tener el coco al maximo.

mayayo dijo...

bravo Jesus! bravo Mayde! Creo q ese paso por meta en Chamonix ha sido un merecido premio a tanto esfuerzo y tanta ilusión desparramados durante meses a ambos lados del Oceano.

Y ahora, a mirar todos al 2010, esperemos que nos traiga otra alegría :-)

Félix dijo...

Jesús: Bueno, agradecido por la confianza. Hubo un momento, durante la subida al Col de Ferret, que pensé que no íbamos a terminar. Feliz y sorprendentemente, me recuperé. Ahora, pon tu relato que tendré un año entero para estudiármelo.

Gunther: Es verdad. Todo fue ganancia. Nos vemos en las rutas.

Armando: Justamente después de la llegada, Verónica nos dice que ya en Venezuela habían publicado fotos y noticias en la página de TNF. Gracias por estar pendiente.

Luis: Yo creo que terminar ésta ya nos dio a todos mucho coco, pero el entrenamiento para la larga va a ser clave. Hay que llegar sanos y en plena forma esta vez. Le haré llegar tus saludos a Zerpa.

Mayayo: Yo también felicité a Jesús y, sobre todo, a Mayde. Quedan pendientes las arepas en Chamonix para el año que viene ya que este año no coincidimos.

La mayor dificultad para nosotros es la adquisición de divisas ya que el gobierno mantiene fuertes restricciones en este sentido, pero la ilusión de estar en Chamonix otra vez le gana a todo...y definitivamente vale la pena.