Es difícil que se me catalogue como una persona familiar. Puede ser que nunca le haya dado la importancia que se merece o que por otro lado yo tenga algún tipo de resentimiento por no haber tenido esa "normalidad" en mi vida.
A menos de un año de matrimonio, debo admitir que me asusta pensar en los aciertos o desaciertos en los que pudiera incurrir al formar mi propia familia.
En todo caso, algo de madurez adquirida o más bien reacción tardía, me ha unido más con mi familia, la de aquí y la de allá, la del pasado, la del presente y hasta la del futuro.
¿Qué vínculo puede tener esto con los entrenamientos?
Pues bien, desde hace años, la vida al aire libre es una parte indispensable de mi día a día. La adicción a las endorfinas es una vaina muy arrecha.
En este sentido, realmente disfruto cuando puedo compartir algo de esas aventuras con mis seres cercanos.
Recuerdo aquellos torneos de tenis en que jugaba dobles con mi viejo o aquella vez en Margarita que corrió a mi lado por unos metros durante mi primer Ironman, cuando ya los que iban a figurar habían culminado hace horas y se acercaba la media noche. No se me olvida aquel triatlón en Miami en que me esperaban en la meta mi mamá, mi hermana mayor y mis sobrinitos o las carreras de 12 horas y las de aventura en que mi otra hermana, Gaby, y su esposo Pépe acamparon con nosotros y hasta le celebraron el cumpleaños a Mayde, con torta, decoraciones y demás, al final de una carrera de tres días en pleno monte. También está aquel paseo en kayak con mi hermanita menor por los canales de Higuerote hasta llegar a Buche a tomar consomé e' pescao y regresarnos.
Hoy, agrego otra grata memoria de una experiencia al aire libre a esa base de datos consanguíneos de aventura y, esta vez, tuvimos a El Ávila como escenario.
Les presento en fotos a mi hermanito Félix Javier y a su novia Laura.
- Resumen:
Duración: 2:34. Ascenso vertical: 1060 m. Descenso vertical: 0 m.
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