domingo, 18 de enero de 2009

Semanas 7 y 8

Semana 7: Regresamos a Caracas, sin saber si habíamos sub o sobreentrenado. El hecho es que no nos sentíamos del todo bien. Corrimos un par de veces en el Parque del Este antes del fin de semana y todo pareció estar en su lugar nuevamente.

Llega el fin de semana y salimos a correr unos cuarenta y tantos kilómetros en el Cortafuego. No había nada interesante en la casa para un desayuno preentrenamiento, así que decidimos comernos unos cachitos antes de arrancar. Mala idea.

Ya en la subida al Cortafuego mi estomago me daba señales de que no iba a ser un buen día. Incómodamente corrí hasta alcanzar los 15km, pero en ese momento ya los cachitos se habían cansado de no ser digeridos. Como pude, hice unos 6km más, repitiéndo el episodio vomitivo un par de veces más. Al llegar al punto más o menos de la media maratón, Mayde me indicó que estaba pálido. Sin fuerzas y considerando que más daño haría siguiendo así que parándome, nos fuimos. El trabajo del día quedaría inconcluso.

El domingo desperté con ánimos de reinvindicarme. Lamentablemente, Mayde amaneció mal. Tenía fiebre y dolor de garganta. Le salía descanso obligado. Habíamos decidido que correríamos la Transgrancanaria con los bastones de trekking y era hora de ponerlos a prueba. Medio pensé en una ruta con algo de desnivel y salí.


(La Castellana-Cortafuego-Loma del Cuño-Papelón-Los Venados-Pica Los Pinabetes-Hotel Humboldt-Papelón-Los Naranjitos-Matamoros-La Castellana)


Por falta de creatividad o por algo de morbosidad, bauticé la ruta "El Sostén", pues eso fue lo que ví en la gráfica de Google Earth. Me parece que usar los bastones para una carrera de unas 24 horas no es algo que se decide el mismo día de la carrera. Como todo, hay que entrenar con ellos. Si bien se gana estabilidad, ritmo y fuerza, tanto en subida como bajada, también se ejercita fuertemente la parte superior del cuerpo. Tocará incorporar ejercicios para tríceps y hombros en el gimnasio en el tiempo que falta para la carrera.

Fue un buen desquite de la sesión involuntariamente abreviada del día anterior, pero sentí que me quedé corto el fin de semana en líneas generales.

Semana 8: Arrancamos el entrenamiento de la semana sintiéndonos fuertes, Mayde ya recuperada y yo bien enfocado en los pormenores de la carrera. El semilargo del día martes fue sin novedades, salvo por las mejoras en el paso general del entrenamiento.

El miércoles salimos a hacer nuestras repeticiones y todo iba bien canalizado. La primera y la segunda fueron al ritmo pautado. Para la tercera y cuarta queríamos aumentar un poco el paso. Salimos a la tercera con mucho ánimo, pero como a unos dos tercios de la repetición, se me fue el tobillo. Esguince por inversión.

¡Qué ladilla! Yo suelo tener tobillos algo débiles y vaya que se me "doblan" constantemente. Me imagino que ya son flexibles y nunca me detengo. En el peor de los casos, camino unos 10-30 segundos y luego sigo. Pero ese día fue un poco distinto. Caminé un poco, pero no lo podía apoyar. Le dí el Garmin a Mayde y le dije que siguiera. El relojito no le iba a decir que terminó la repetición hasta que cubriera la distancia. Seguí cojeando y tratando de trotar un poco. En el intervalo de descanso que indicó el Garmin, me emparejé con Mayde y salimos a hacer la cuarta y última repetición. Terminó siendo la más rápida, pero sin duda alguna la más dolorosa. Al llegar a la casa comencé inmediatamente la recuperación. La gringada del R.I.C.E. (Rest, Ice, Compression and Elevation) siempre me ha funcionado en estos casos. El jueves amanecí con el tobillo inflamado y moreteado. Descanso obligatorio hasta el sábado, ni modo. El viernes en la noche recorrí unas cinco farmacias y no conseguí exactamente la cinta adhesiva que buscaba. Conseguí una menos ancha que tendría que bastar.

El plan del sábado no se perfilaba bien. Como en ocasiones anteriores, me vendé el tobillo tal como aparece en el video; seguí los pasos desde el segundo 00:39 y lo anterior lo obvié.

Arrancamos temprano en el Cortafuego y fuimos comiendo kilómetros sin novedad alguna. Vimos caminantes, excursionistas, corredores, scouts, etc. La gente iba y venía. Pasamos los kilómetros 10, 20 y 30 en buena forma. Otros que aparentemente hicieron 30km, se dieron cuenta de que nosotros seguíamos y una del grupo nos bromeaba: "¿Me pueden decir hasta cuándo piensan seguir?". Fue una tontería, pero entrenando largo, a veces se llega a un estado de deterioro en el que uno se torna bien básico. Esa pequeña jodedera bien intencionada nos animó bastante.

Más o menos en el km 33 comimos un sandwich y caminamos un poco. En el km 38 nos bebimos un Red Bull que habíamos escondido, junto con otras municiones, entre los matorrales. Nunca habíamos entrenado con esa bebida y, bueno, la cuña no miente: nos dió alas. Pasamos los 42km y le anuncié "maratón" a Mayde, pero ni caso me hizo. Estaba tan enfocada que al terminar los 5 cortafuegos, ni pestañeó cuando le pregunté si quería hacer 2k más para completar los 50 kilómetros.

En fin de cuentas, el ritmo fue más rápido que cuando hicimos los 42km en el mismo trazado y nos sentimos cansados, pero enteros al final. Sin saber si nos ibamos a poder parar el día siguiente, nos acostamos temprano aunque ambos con algo de fiebre y, aunque el día de la semana correspondía, no era precisamente la que se conoce como la del sábado por la noche.

Decidí mostrarle a Mayde la ruta que había marcado el domingo pasado y con esa idea salimos. No nos sentíamos tan golpeados como esperabamos. Sin embargo, las rodillas no estaban del todo bien. Hicimos el recorrido fielmente, aunque un poco más lento de lo que lo había hecho yo la semana pasada, hasta llegar a la entrada de la Pica Los Pinabetes. Llevabamos 25 minutos de retraso con respecto al parcial de la última vez y subir vía el Hotel Humboldt iba a significar tener que bajar más a la larga. Las rodillas como que no estaban para eso. Decidimos, sin mucho titubeo, regresarnos por Los Venados hacia Papelón y de ahí hacer la travesía hasta el P.G.P. Chacaíto y luego hacia La Castellana.

Venía la bajada, hora de poner en uso los bastones. Había que proteger las rodillas y los tobillos. Sorprendentemente, montamos un paso fenomenal. En un abrir y cerrar de ojos llegamos al puesto de guardaparques y de ahí la bajada hacia la Cota Mil, siempre en control, estables y con buen ritmo, gracias a los bastones. Llegamos al carro endorfinados y con ganas de seguir corriendo. Usé casi todos los implementos que pretendo llevar a TGC, inclusive me prestaron unas polainas que cumplieron sus funciones a cabalidad. Lo único preocupante fue la lycra. Es la misma que había usado en Mérida durante las 10 horas de caminata en La Culata-Pan de Azúcar. Me imagino que en aquella oportunidad, cierta parte de mi humanidad se retractó por el frío y la lycra no molestó en lo más mínimo. En este entrenamiento, sin embargo, me percaté de que hay una pequeña costura en forma de T que genera un roce irritante, en todo el sentido de la palabra. Puedo correr con dolor muscular, en los tobillos y las rodillas, pero ¡las joyas de la familia se respetan!

Sumando ambos días de entrenamiento, cubrimos casi la distancia de la TGC Sur-Norte y superamos el desnivel positivo de la prueba. Pero lo más importante del asunto es que, finalmente, comenzamos a ver este reto levemente más accesible. Sin embargo, hay que seguir entrenando porque la comodidad es mala consejera en asuntos de esta índole.

Félix

1 comentario:

Luis Velasquez dijo...

Hey Felix... como estas amigo.. wow.. Tu blog es bien detallado.. wow!! Lo siento mucho que te hayas doblado el tobillo... Joder..

Saludos y gracias por visitarme.. :)