Me desperté como a las 4 y media de la mañana. Desde hace meses, los primeros pasos al amanecer son los más difíciles del día, gracias a la fascitis plantar que me legó Mayde a título particular. La de ella, afortunadamente se eliminó con un buen tratamiento. Mientras tanto, la mía pareciera haberse alojado.
Así que medio cojeando me asomo y miro hacia donde sé que debería estar El Ávila. Normalmente, la vista de la imponente montaña capitalina desde mi casa es buena y amplia. Pero hoy, por lo nublado, ni siquiera se ve. Coño, va a ser un largo día, pensé.
El plan original era salir en grupo a las 3 a.m. desde el Unicentro El Marqués pero al final, de los que habían confirmado, sólo quedamos Mayde y yo. El cómplice Gersi se lesionó, otros se fueron a la carrera de montaña Gatorade, algunos se complicaron a última hora y los que menos esperaba cambiaron de planes un par de días antes sin avisar. Ni modo.
Decidimos, entonces, salir con el amanecer. Los primeros 2 kilómetros, desde El Unicentro hasta La Julia, son prácticamente los más peligrosos por los barrios, borrachitos, etc. que suelen haber por ahí. El otro punto que nos preocupaba era ya bien arriba, en la Fila Maestra. Yo sólo había ido en una oportunidad hace unos 5 años con el Centro de Excursionismo Universitario (CEU) de la Universidad Central y sabía que el camino era complicado y delicado pero no me recordaba casi del trayecto.

(Los picos de derecha a izquierda: Naiguatá, Oriental, Occidental, Ávila y referencialmente Picacho de Galipán)
Pico I. Naiguatá 2.765 m.s.n.m (12,5 km desde Unicentro)
Como dije, la zona para llegar a La Julia no es nada amigable, pero la pasamos sin novedad. En una media hora estábamos ya tocando tierrita e iniciando lo que sería una gran aventura, principalmente por encima de los 2 mil metros sobre el nivel del mar y seguir la preparación para nuestra participación en el Ultra Trail du Mont Blanc a finales de mes.
Para los que tengan pensado ir al Naiguatá desde La Julia en estos días les recomiendo tomar sus previsiones en cuanto al agua, especialmente si van a subir por Dos Banderas. Nos contaba Pedro, el guardaparques, que hace unas tres semanas hubo unos serios derrumbes y crecidas de quebradas que arrasaron con las tuberías. Así que no hay agua ni en el puesto de guardaparques ni en el tanque un poquito más arríba. Para los excursionistas no es tán grave porque se puede agarrar agua en El Edén. De hecho, la crecida de esa quebrada despejó esa área bastante; ya ni siquiera se ven las matas de cambúr, pero el acceso al agua es más sencillo. Por otro lado, se ve que ya están echándole pichón a los trabajos para restaurar el sistema de tuberías.

La subida la hicimos bien enfocados y a un buen paso para nosotros y, de hecho, creo que es la vez que mejor hemos subido hasta la cumbre más alta de El Ávila. La última vez que nos metimos por estos lares fue de noche, después de la Night Race en junio, y ahora de verdad que fue impresionante ver el contraste entre las zonas afectadas por los incendios y la naturaleza luchando por recuperarse, como se ve en la foto arriba.
Pasamos por el Anfiteatro y seguimos directo hacia la emblemática Cruz. Nos sentamos un rato a comer. No se veía absolutamente nada. Teníamos la esperanza de que el día despejara, especialmente para el trayecto de la fila.
Bajamos al manantial Stolk, recargamos agua y preparamos bebida energética y, con buenos ánimos, pa' lante.
Antes de llegar otra vez al cruce que sube desde El Urquijo, tomamos un rumbo errado por aquello de ir medio trotando. De repente se nos acabó el camino y estábamos más abajo de lo que deberíamos estar. Nos devolvimos rapidito y sin otra consecuencia que haber perdido una media horita tal vez.
Pico II. Oriental. 2.640 m.s.n.m (kilómetro 22,5 aproximadamente)
Ahora, nos tocaba el bendito tema de la fila. La noche anterior consulté con Gersi y con el Duende y todo coincidía. Es más, yo pensaba que mientras pudiera ver el Pico Oriental a la distancia estaría en rumbo.
Lo primero que había que buscar eran las dos grandes rocas que conforman la Puerta de Hércules. Caminamos y nada que las vemos. Nuevamente, se nos acaba el camino. Nos estábamos metiendo hacia arriba a la izquierda y resulta que el asunto era para la derecha y hacia abajo. Finalmente, probamos bajar un poco y en efecto por ahí era el asunto.
Andábamos por el sendero que no estaba en ese tramo tan tapado como pensabámos. De hecho, Mayde me comenta que no es tan grave el asunto, salvo por los bambucillos que atentaban por sacarnos un ojo, hacernos un tatuaje natural o despojarnos de los morrales, bastones, gorras, etc.
Pasamos un par de claros en los que recuerdo que normalmente se aprecia una bonita vista de la costa si está despejado. Nada, será en otra oportunidad. Unos metros más adelante, aumenta aún más el bambucillo. Por la altura de los arbustales, no se ve el camino, pero presumo que está a mis pies. De hecho, veo basura en el camino, una botella de agua y luego de seguir abriendo camino entre las matas, una lata de atún. Llegamos un sitio donde parecía que había una bifurcación. Exploramos, avanzamos, nos regresamos, abrimos camino, pero nada. Cuando dimos la primera vuelta en círculo, nos percatamos de que estábamos perdidos. Ni siquiera conseguíamos el camino por donde veníamos. Cuando veíamos lo que parecía un camino, resultaba que era un sitio que nosotros mismos habíamos abierto.
No se veía el Oriental, pero con la brújula sabía que el rumbo era principalmente hacia el oeste. Luego de casi una hora, conseguimos el camino correcto y, nada, resulta que por andar viendo hacia abajo y luchando con las matas, no habíamos visto unas marcas en los árboles que indicaban la dirección a seguir.
De nuevo encaminados, avanzamos lento, al paso que permite la fila, hasta que se despejó por unos segundos y tuvimos una impresionante vista de la subida de Cachimbo hacia la cumbre del Oriental a nuestra izquierda. También, se asomó por un par de minutos la fuerte pero relativamente corta subida que lleva a nuestro segundo objetivo. Mayde aprovechó y tomó la foto de arriba.
(Pico Oriental, aunque la Cruz de los Palmeros es más pintoresca, este tubito marca la verdadera cumbre. )
Pico III. Occidental. 2.480 m.s.n.m. (kilómetro 25 aproximadamente)
Una vez en terreno conocido, a pesar de que sólo llevábamos dos picos, sabíamos que habíamos hecho gran parte del trabajo. De ahí, bajamos a la Silla. No importa cuántas veces haya hecho esta bajada ni por dónde me meta; siempre es una pesadilla, sea corriendo o caminando.
En la Silla, comimos alguito y de nuevo para arriba, buscando llegar al Pico Occidental, posiblemente el menos obvio de todos. No por el camino, que es bien franco, sino por sus características. ¡Si no fuera por el cartelito, tal vez ni me diera cuenta al pasarlo!
¿Pico? IV. Picacho de Galipán. 1.990 m.s.n.m. (kilómetro 33,5 aproximadamente)
La bajada hacia Lagunazo fue bastante divertida. Agarramos un buen paso y hasta corrimos un poco. En la toma de agua recargamos nuevamente y volvimos a ejercitar la mandíbula. Creo que el alivio después del estrés de lo que pasamos en la fila, combinado con las endorfinas, nos tenía con los mejores ánimos.
Llegamos al tanque antes de la subida que va al Hotel Humboldt, donde está ubicado el Pico Ávila. No obstante, para evitar pasar por el mismo sitio dos veces, optamos por tomar un camino a la derecha a pocos metros de pasar el tanque y dejar ese objetivo de último, total ahí está el teleférico por el que bajaríamos.
El camino era de tierra, estrecho pero excelente para trotar un poco. Luego, se abre y aparece el concreto. Corrimos, caminamos, avanzamos. Pasamos Galipán con los últimos rayos de la poca luz que se filtraba entre las nubes y las miradas de cientos de turistas a lo largo de ese trayecto. Al pasar Boca de Tigre se entra por un costado de la cerca y el camino es totalmente franco. Fue una buena sección para hacer de noche. Comenzaba a lloviznar.

Había unas aves curiosas, tal vez por nuestras frontales. Parecía que nos marcaban el camino.
Se posaban adelante de nosotros lateralmente y sólo se veían sus ojos resaltados por el reflejo de la linterna.
Cuando llegábamos a unos 2 ó 3 metros de ellas, volaban y se colocaban unos 15 metros más adelante en la vía y así fue hasta llegar al Picacho.
Fue divertido y una gran distracción que nos llevó al sitio que queríamos ir más rápido de lo que teníamos pensado.
Se despejó por segundos y a la distancia se veían algunas luces de Galipán por un lado, parte de La Guaira por otro y la caótica capital hacia el sur.
De regreso, nos pareció que venían unas luces por el camino hacia nosotros. Oímos ruidos de motos. Apagamos las frontales por si acaso. Pero no era más que la paranoía constante con la que vive el venezolano.
Pico V. Ávila. 2.180 m.s.n.m. (kilómetro 39 aproximadamente)
Comenzamos la ida hacia el Pico Ávila, es decir, el Hotel Humboldt. Ahí teníamos previsto tomar el teleférico. Nos regresamos por Boca de Tigre y rápidamente pasamos el cruce de Galipán. Mayde montó un paso fuerte. De hecho, en un momento pensé que si no me ponía pilas me iba a dejar botado. El que haya leído este blog antes sabrá que estaría muy pero muy lejos de ser la primera vez.
Fue un poco rudo el asunto porque venían rústicos a toda velocidad y ambos sentidos. Sin conversar mucho, sabía que Mayde sentía algo parecido que yo. Ese subidón de adrenalina al final de un buen recorrido que te hace olvidar lo cansado que pudieras estar.
Finalmente, entramos al complejo que solía ser Ávila Mágica. La única magia que se apreciaba, lamentablemente, era el hecho de ser un sitio inmerso en la gran montaña. Por lo demás, se está deteriorando esa magnífica estructura. Avanzamos para llegar a la pata del Hotel Humboldt y tomarnos la foto, no sin antes discutir en dos oportunidades con unos fulanitos de chaquetas carmesí.
Caminábamos por ahí totalmente dispuestos a llegar a un sitio donde pudiéramos sentir que habíamos culminado el largo camino. Salieron, finalmente, 38,95 kilómetros con un desnivel +4025 m/-2.756 m en poco más de 14 horas, saliendo desde El Unicentro El Marqués hasta el Pico Ávila para luego bajar en teleférico.
Cuando nos sentimos satisfechos del sitio al que habíamos llegado, pues tomamos la foto aunque lo único que se aprecia son nuestras caras de felicidad a pesar de tener unas pintas de trapos viejos. La alegría era triple porque, no sólo terminamos el recorrido, sino le hicimos un homenaje privado a nuestro queridísimo cerro y, bueno, culminamos el ciclo de carga fuerte de nuestro plan de entrenamiento para UTMB. Ahora, latonería y pintura durante unas cuantas semanas. A recuperarnos, asimilar la carga, preparar la logística y llegar a la línea de partida con todas las intenciones de ponerle un punto final, o más bien un signo de exclamación, a lo que ha sido esta aventura de participar en el UTMB de 2010, un proyecto que lleva ya unos 2 años.
¡Contando los días hasta el 27 de agosto a las 6:30 pm en Chamonix y con Vangelis de fondo!
Félix